De cerros y lagunas sagradas a advocaciones marianas

Fig. 1virgen de copacabana
Fig. 2 Detalle iglesia de Copacabana y cerro del Calvario
Fig. 3 Guaman Poma de Ayala. Ídolos y wagas de los Collasuyos
Fig 4. Representación de Pachacamac
Fig. 5 virgen de potosí
Fig 6 potosi

 

En los Andes y en general en los cultos prehispánicos la relación con el entorno natural y el  paisaje circundante era inherente. Lo sagrado no estaba lejos de los sentidos del hombre; los lugares considerados sagrados, llamados huacas eran lagos, montañas, rocas consagrados a los dioses y a los antepasados. Entre las culturas preincaicas e incluso entre los mismos incas estaba difundida la concepción de las rocas como abuelos que cuidaban a su descendencia y a sus comunidades, los  cerros y  las piedras eran considerados seres vivos que estaban cargados de huellas del pasado. Estas huacas se encontraban a lo largo de la infraestructura del imperio, y podían marcar a su vez importantes lugares de abastecimiento constituyéndose como lugares de peregrinaje. Siendo Cuzco el centro del imperio y la ciudad más importante de reabastecimiento éstos lugares sagrados aumentaban en sacralidad, los cerros que rodean la ciudad eran las huacas principales, entre los cuales se encuentra el de Huanancuari (considerado como la huaca del primer inca Manco Capac). Se podría decir entonces que no había una separación neta entre la cosmovisión y los  niveles políticos y económicos del imperio, ni entre éstos y el mismo paisaje y territorio.

Con la llegada de la evangelización cristiana muchos de estos lugares y expresiones  adoptaron nuevas características, si en un primer momento se quisieron hacer extirpaciones de idolatrías muchas de las técnicas que pudieron emplear los misioneros fue precisamente utilizar estos lugares yuxtaponiendo un sistema de creencias cristiano. Los lugares sagrados no se cambiaron de lugar, sino que se utilizaron estrategias sincréticas para lograr una asimilación, se construían basílicas consagradas a personajes del santoral cristiano o a la figura de la virgen, no solo en cerros sino también en  lagunas o cochas. Incluso si en un primer momento  se  intentaba persuadir mediante la reunión de los diferentes elementos, en un segundo momento la asimilación se deja de ver de manera inocente descubriendo la fuerza de los cultos nativos en la supervivencia de determinados elementos, llegando inclusive hasta nosotros  aspectos que nunca terminaron de catolizarse : “la cándida confianza en el sincretismo religioso que tuvieron dominicos, franciscanos y aún jesuitas en el siglo XVI al punto que lo utilizaron como una estrategia para la conversión de los indígenas, fue paulatinamente erosionándose, bajo la sospecha de que las manifestaciones idolátricas se vigorizaban y, más aún, de que las celebraciones católicas no eran sino un simulacro que encubría antiguos cultos”[1].

Los Apus es decir las  montañas consideradas como seres vivientes , aun hoy en día tienen un tipo de presencia mágica, pues son de vital importancia para el orden de las comunidades,  a través de la Fiesta de la Cruz, celebración en la cual se  ponen cruces en diferentes puntos como en lo alto de cerros, en cruces de caminos, cerca a cataratas y a enormes piedras, se ruega y pide  por la abundancia y las lluvias: “harán posible las lluvias que permitirán germinar abundantes pastos para su ganado. Creen que con las ofrendas que  hacen en su honor, Dios les enviará sus «benditas aguas» y cuidará de sus animales, por eso las colocan en los cerros altos y panorámicos, desde los cuales se podrá divisar todos los campos y pastizales, pues en su memoria colectiva ya no está el Gran Pariacaca, Dios de las lluvias de los huarochiranos, cuyo doble se divisa entre los cerros de Puruchuco”[2]

La importancia de las marcas sagradas en el territorio se podía presenciar en todo el territorio del Tawantisuyu; por ejemplo uno de los lugares más importantes de peregrinación y que hoy en día aun conserva características de culto religioso es el lago Titicaca en donde se encuentran diferentes advocaciones,  entre las cuales se encuentra la virgen de Copacabana. Es interesante ver la particularidad de las mitologías que se han creado en las inmediaciones del lago, es una región supremamente interesante en cuanto a la amalgama cultural. Pues antes de una advocación cristiana y de una anexión de esta zona ala territorio del Tawantisuyu es importante destacar  la presencia Aymara y sobretodo la cultura Tiwanaku.  El mito fundacional del imperio se encuentra en el lago, pues Manco Capac el primer Inca y Mama Ocllo, ambos  hijos del sol, emergen  de éste para buscar el lugar elegido que viene a ser Cuzco. Incluso se construye en una de las islas el templo del sol bajo las órdenes de Pachacuti Inca Yupanqui el noveno Inca.

El templo del sol construido en una de las islas puede ser considerado como la representación monumental del poder del emperador Inca, no solo uniendo mitológicamente las dos zonas del imperio, sino  que a través de este entramado simbólico se efectuaba una posesión del territorio bajo la figura del inca,  como dice Sabine Mac Cormack :“conquest and solar cult as early, the theo- logical link between the capital of Cuzco and the Island of the Sun in Titcaca emerges as truly fundamental to the religious and political functioning of the empire. For the island and its territory could indeed be regarded, in Guaman Poma’s words, as «another Cuzco”[3].  Este elemento es importante ya que hasta hoy en día en las festividades de la virgen acuden peregrinaciones hacia este lugar no solo desde Bolivia sino también desde el Perú, lo que da a entender de cierta manera la importancia del lugar como punto de peregrinaje y punto de creencias ancestrales comunes.

Los indicios de Idolatría en la zona son claros, María Rostoworowski en Peregrinaciones y procesiones rituales en los Andes, trae a colación las descripciones de los milagros de la virgen y los antecedentes idolátricos escritos por Fray Ramos Gavilán (1621), en el que describe como  una de las huacas principales era la de Copacabana, que consistía en una piedra azul muy vistosa que formaba  un rostro humano y “tenía cuerpo en forma de pez y era adorado y considerado como el criador de los peces y de sus sensualidades”. Por otra parte fue encontrada otra figura en la misma zona pero en una posición de montaña más alta, la huaca de Copacati, la cual la describen como una piedra con una figura feísima con un  ensortijado de serpientes en la cabeza y a la cual se le pedía lluvias y fertilidad tiempos de sequía, huaca que hacia un contrapunto con la de Copacabana aduciendo a la dualidad de las aguas de arriba y abajo, “El color de ambas debió ser el mismo porque la voz copa tiene en quechua y aymara el significado de turquesa de tono verde azulado”[4]

El culto mariano como en otras zonas de los Andes engloba las diferentes divinidades o apus, pues se intenta hacer una asimilación entre la Pachamama y la virgen, por lo tanto habría una correlación entre estos lugares naturales de adoración, la tierra fértil y la figura mariana. La entronización de la virgen de Copacabana es de 1583 ,una de las entronizaciones más antiguas de los Andes[5], La iglesia se sitúa en la península que va desde Yunguyo hasta el estrecho de Tiquina y la talla fue realizada un año antes por Francisco Tito Yupanqui; esta es  una virgen morena y no traída de Europa aunque adscrita al culto de la virgen de la Candelaria; los elementos mestizos saltan a la vista pues fue ejecutada por pintores y escultores indios,  incluso en la historia de la talla es particular puesto que la primera escultura es rechazada, el escepticismo hacia  las figuras religiosas católicas  elaboradas por  nativos apenas conversos era claro.

El mismo escultor realiza en Pucarani otra virgen que los agustinos entronizan para extirpar las idolatrías al volcán. Siguiendo con la idea de sincretismo religioso en los Andes, fenómeno que no es fácil de discernir en términos genealógicos,  Teresa Gisbert en el cerro de Potosí y el dios Pachacamac nos da una idea de cómo  hay una asimilación del culto al dios Pachacamac y sus huacas con una rastro de diversas vírgenes que se extienden desde las orillas del lago Titicaca (más precisamente Copacati) hasta el templo dedicado a este Dios en las inmediaciones de Lima pasando por el cerro de Potosí, “Este mito emigra de las orillas del lago Titicaca a Potosí, dejando a su paso una estela de Vírgenes superpuestas a los apus o montes que habían recibido culto en tiempos prehispánicos, buen ejemplo de esto son Pucarani y Sabaya, ambas fundaciones agustinas.”[6]En este sentido uno de los ejemplos más importantes de este sincretismo y que puede ilustrar este aglutinamiento religioso es el cerro de Potosí, Huaca que si bien pudo haber sido  consagrada a al dios Inti con la llegada de los Incas, se puede hacer una correlación más con Pachacamc, dios que crea y da vida al universo, dios del mundo subterráneo de donde brotan los temblores y que es representado de manera bicéfala, encarnando la dualidad de  la noche y del día, con cabezas de zorro y maíz respectivamente. Curiosamente a orillas del lago Titicaca hay varios ídolos bifrontes, alguno de ellos descrito como dios de las comidas. Dualidad que puede ser vista también en los ídolos duales color turquesa de Copacabana. De la virgen del cerro de Potosí se ha creado toda una iconografía que sintetiza de buena manera las asimilaciones de la virgen con las huacas y la pachamama. El cronista Alonso Ramos Gavilan 1621 citado por Gisbert define la misma representación del lienzo y como funcionaba esta incorporación de cultos: Dios (es) el padre que produce la vida, (y) porque ningún bien llegue a la tierra sin que se deba a la Virgen, deposita en ella los rayos de su poder, para que después ella, como madre, los comunique a la tierra”[7]

Es claro en este recorrido que hay una asimilación entre las diferentes culturas, y no solo entre la inca y la cristiana; la adoración a los cerros y elementos naturales son ancestrales e indican no solo una caracterización entre la cultura y el paisaje, sino también como los elementos religiosos y la búsqueda de un origen mítico y el recorrido de éstos hasta los centro de poder quieren indicar a su vez la cohesión sobre un territorio y el dominio sobre éste.

Bibliografía:

Abya Ayala Ediciones. La fiesta religiosa andina en el Ecuador, pueblos indígenas y educación, enero junio No 33 – 34. Cayambe Ecuador, 1995.

Gisbert Teresa, El cerro de Potosí y el Dios Pachacamac. Chungara revista de antropología Chilena, 2010, volumen 42 No 1, 169- 180.http://www.scielo.cl/pdf/chungara/v42n1/art28.pdf

Guerreiro María Concepción,  Evangelización y sincretismo religioso en los Andes. Revista complutense de historia de AméricaNº 19, 1993 , págs. 11-20 En:http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=172421 (consultado el 20 de mayo del 2013)

MacCormack Sabine. From the Sun of the Incas to the Virgin of Copacabana. Representations No. 8 (agosto, 1984), pp. 30-60. http://www.jstor.org/stable/2928557 (consultado el 18 de mayo del 2013)

Ramírez Bautista Bernardino. La fiesta de las cruces. Expresión del sincretismo cristiano indígena. Universidad de San Marcos. Vol. 13 No 22. Pp 195-225. En: http://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtualdata/publicaciones/inv_sociales/N22_2009/pdf/a11.pdf  (consultado el 21 de mayo del 2013)

Rostworowski María, Peregrinaciones y procesiones en los Andes. Journal de la societé des americanistes. 89-2.2003. p 97-123. En: http://jsa.revues.org/index1504.html#tocto3n3

Ilustraciones:

Fig. 1  Costilla Julia. El milagro en la construcción del culto a Nuestra señora de Copacabana. Revista de estudios atacameños Arqueología y Antropología Surandinas. No 39, pp 35- 56, 2010. En: http://www.scielo.cl

Fig. 2 Stonek Fotografía. http://www.stoneck.com

Fig. 3Guaman Poma, Nueva Crónica y buen gobierno (1615). En Det Kongelige Bibliotek, http://www.kb.dk

Figs. 4, 5,6  Gisbert Teresa, El cerro de Potosí y el Dios Pachacamac. Chungara revista de antropología Chilena, 2010, volumen 42 No 1, 169- 180.http://www.scielo.cl/pdf/chungara/v42n1/art28.pdf

[1] La fiesta religiosa andina en el Ecuador, pueblos indígenas y educación, enero junio No 33 34  ediciones Abya Ayala, Cayambe Ecuador, 1995

[2] Bernardino Ramirez Bautista, La fiesta de las cruces, expresión del sincretismo cristiano indigenahttp://sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtualdata/publicaciones/inv_sociales/N22_2009/pdf/a11.pdf p. 202

[3] MacCormack Sabine, From the Sun of the Incas to the Virgin of Copacabana. Representations No. 8 (agosto, 1984), p43

[4] María Rostworowski, Peregrinaciones y procesiones en los Andes. Journal de la societé des americanistes. 89-2.2003. p 97-123.

[5] “Con razón Thérèse Bouysse-Cassagne consideró que el ídolo de Copacabana era sin duda el más antiguo del sur andino.” En María Rostworowski.

[6] Teresa Gisbert, El cerro de Potosí y el Dios Pachacamac. Chungara revista de antropología Chilena, 2010, volumen 42 No 1, 169- 180. P 178

[7] El sincretismo se evidencia y se facilito también por el lenguaje, las descripciones dela época explican como  las minas eran llamadas coyas por los indígenas que quiere decir reina, lo cual facilitaba la asimilación con el cristianismo  en la creencia de la virgen como protectora y madre suprema. En:  Teresa Gisbert , p.177

Publicado por

marcelarandazzo1

Historiadora con énfasis en historia del arte.

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